Diario de Adán (38)

 Era su cumpleaños pero no sabía cómo decírselo, tantos años habían pasado juntos sin preguntar, se regocijaban en considerarse los únicos humanos sin cumpleaños, eso ya estaba perdido en la memoria de los difuntos, su mano arrugada junto a la suya en la mesa de la mañana los delataba, cada una de las arrugas y cicatrices podían recordarlas, podían incluso oler las mañanas de su juventud cuando se bañaban después del sexo y se reían desnudos sobre la cama. Escuchaban incluso canciones, refranes y recordaban las ropas que usaban sus amigos en las fiestas y funerales. Se daban cuenta que poseían una memoria colectiva. Cuando entraba al baño, recordaba otros baños, al defecar recordaba otras defecaciones, baños en terminales, baños en bares, baños en restaurantes, de alta y baja alcurnia, a veces ni baños y solo eran descampados. Día de cumpleaños jamás celebraron, pero si cada onomástico, cada fiesta, cada desfile o inauguración en Roses. No les importaba si el sol salía por la noche o la mañana mientras pudiesen seguir conversando de las cosas útiles de la vida, en sí eran unos maníacos, no todo era de color dorado y benevolente, había veces en que se enojaban uno al otro y por la sala volaban los libros, pero su pasión era tal que al recibir un diccionario en la frente se quedaban mirando fijamente enamorados como el primer día, sí, el primer dia miraba hacia fuera por la ventana donde unos sicomoros y sauces crecían lejanos a su lugar natural. En una de las esquinas en la última fila había un jovencito oscurecido con cierta luz tenue, usaba un gran abrigo de color verde y café, una chaqueta curiosa y divertida para ese invierno, miró un rato a quién le miraba. Observó sus ojos de un color especial vibrando en una profundidad peligrosa. Vio detrás de aquellos ojos la oportunidad de vivir más allá de los conceptos aprehendidos, vio el delirio y el peligro de la carne viva. Miró su reflejo en el vidrio y vió que sus ojos eran iguales a los de él, tenían en la profundidad un caos, un lago donde ahogarse y flotar por la ciudad que ellos ven deshacerse. Desde la ciudad contaminada hasta el mar, desde el faro a los amurallados ejércitos; en ese día se veían las banderas patriotas alzarse por las calles, protestas de los jóvenes combatientes. Desesperados corazones se alzaban y gritaban por ecología, aborto, bondad y sociedad. Carteles y murallas con rayados insultando a ACAB. Y humos ondulantes en distintas partes de la ciudad se podían ver desde ese lugar en la colina. El ritmo del reloj aumentó y el viejo profesor de cabello cano terminó su discurso de izquierda, inherente al comunismo, acto seguido tomo su poncho y su morral y salió rápidamente, todos sabíamos que lo esperaba una botella de whisky Chivas Regal de 24 años en la oficina. Nadie lo culpaba, hace 51 años lo habían torturado y asesinado a su "amigo". 



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