Diario de Adán (33) fragmento

Sobre las nubes no hay una ciudad si no los ojos que nos miran, el desliz de las figuras que vemos pasar como luz efímera, y un canto antiguo de rituales incendiados, el que camina en el sendero que resguardan árboles añejos, las flores venenosas crecen en las maderas podridas y su paso de sombra se alarga entre los reflejos, al fin el hombre ve los niños reunidos junto a un tarro de lata en la que encienden una leve fogata, duda un poco, él sabe que ir donde ellos y contarles, decirles, no es una buena opción, pero la humanidad lo merece, sabe que no hay forma de escapar de las ideaciones humanas y sus dominios, si decidía callar no habría nada más que decir, sería un traidor de sus amigos, el paria enfermo que no terminó el fin último de su último siglo, entonces caminó con la frente en alto en la oscuridad, se derritió por los caminos hasta encontrar la hebra que lo llevaba hasta su destino, pero se detuvo unos minutos a ver una flor que flotaba entre una roca y un fogón, tenía forma de un fruto del árbol de la sabiduría y de la vida, y con esa impresión no quiso entender que significaba. Y continúo hasta subir la colina y poco a poco fueron apareciendo los muchachos: Lucio entornaba los ojos y alzaba las manos iluminado por el fuego mientras Adán se reía a mandíbula batiente escuchando las tonterías que exhalaba haciendo que las paredes del cañón y la montaña se rieran junto con él en un eco extenso y sensible, ahí crecía a la luz del fuego la figura de Pilar extendiendo los brazos hacia los árboles y cantando una canción que solo ella entendía, era necesario que llevara a cabo su misión porque había visto, había entendido, Kundalini era y no era, y entendía totalmente el caos y la eternidad, Kundalini sabía que no era el tiempo ni el espacio el problema, sabía que había algo más allá inexplicable precisamente por ser aquello la limitan en este mundo. Una condena de 12 dioses. Y cinco huyentes.  sabía que si la precisión desviaba los designios un segundo la calamidad devoraba este universo. Un segundo era pues la eternidad. Y mil años nada más que este segundo.Sabía, sabía que no importaban los cuerpos, ni los espíritus, ni las almas, ni la glándula espinal, si no la mirada profunda de los ojos humanos donde la genética renace del Amor. Kundalini entendía entonces que ellos merecían la verdad de los tiempos antiguos y ese diario que escribió ese idiota quizás los pusiera en un buen camino, avanzó, caminó, recitó unos mantras y ejecutó mudras, y levantó el cráneo hacía el cielo con los ojos llenos de lágrimas de alegría mezcladas con tristeza.

La sombra se mezcló entre la hierba, y un ave alzó el vuelo entre las sombras, mientras paso a paso se acercaba. Ya era el momento:

-¡Hijos crueles del destino! ¿Cómo estáy wueón? -le dijo a Adán de improviso- me decidí a venir y contarles la desgracia de ese siglo. Y aunque la esperanza se pierda, aunque crezcan nuevos girasoles en marte, no negaremos lo que somos. Entonces me importa una mierda este siglo, las palabras y la historia, simplemente quiero dejar que los ríos crezcan y entendamos el silencio de tu ritmo y mi ritmo. Así que manos a la obra.

Y así, allá entre nieblas, vaguadas, y desierto el Yactay lo miraba.







Comentarios

Entradas populares