Diario de Adán(31)

               Bajaron del cerro mugriento entre las ruinas de DirtyCompany, el último vestigio de lo que alguna vez llamaron sociedad, entre las latas, huesos y músculos desparramados se anclaban por el suelo, grandes cráteres eran marcas evidentes de las balas de luz proyectadas desde otros planetas y que eliminó hasta el último signo de consciencia o aquello que alguna vez, sabios antiguos llamaron un ser "gregario".                        Entre las diferentes ramas de lo causal se podían ver portales lejanos provocados por la continua radiación mental en los campos de cultivo. Un humo negro de peste se cernía en las cabezas, un pájaro aéreo caía cuesta bajo desde las nubes en toda la costa buscando los ojos del pobre Adán, y este corría por la playa, corría sin detener los impactos que provocaban sus pasos en el eco de los segundos, segundo a segundo, movía su cráneo, movía sus ojos en las órbitas y allá en la entrada del camino lobos y panteras esperaban junto a un león, algún niño o algún  loco. Cadencias de silencio eran las bocas de los hambrientos que escarban la poca tierra para cultivar. Y así a los astros escriben en la memoria señales para los viajeros, enseña a sus hijos a labrar, a limpiar, a retornar naturalmente tan lejos de ese paraíso soñado que para unos es y otros no es.
        Se sentaba frente a frente a Lucio, y observaba su pelo negro caer. Observaba frente a frente a Adán y su pelo rubio destilaba azabache.
Y las bombas caían  y caían como cuervos tras sus sombras deshechas.

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