Diario de Adán (29)

       En la calle, en los senderos esos donde se escuchan aullidos y se ven manos rebosantes de hierba arrancada de una cabeza, los brazos arañados, cárceles diabólicas, el pene golpeado por los movimientos de cadera, pies fracturados mientras arrastran un cuerpo sobre los cadáveres. Es inútil escapar de la obsesión por descubrir la genuina ciudad donde puedo transitar, caminos deteriorados como la madera podrida junto a los canales y una narrativa contada por una anciana rodeada de niños mágicos de un mar celeste, los antiguos féretros, tan comunes como yo o el anciano robusto que elimina los piojos de su cabeza. Odiseo. La barca regresa a los pantanos donde sacrifico carneros por este viaje y su senda marina sin rumbo ¿qué agota su esencia?: El largo y estrecho camino equilibrándose y desafiando con su corte los campos de mañanas impregnados de fuego. Quiero entender cuál es el fallo al colocar mi castigo flácido en la entrada del abismo matriz. Quiero comprender qué oculta el vacío en los ojos de Eva. "Yo, Adán, anhelo entender el significado de sus palabras antes de considerar todo lo anterior" -le digo.

"No es inútil tu deseo de comprender lo que hay en mí si ni siquiera sabes qué hay en ti".

No soy hombre ni ángel, soy un ser enigmático como una lata de cerveza desechada en un parque, pisoteada y menospreciada por los transeúntes porque el sol se escapa de mi boca. En eso puedo ver a Lucio como mi semejante; compartimos la vida con individuos malintencionados que someten a tres, siete, nueve, trece hombres, mujeres o lo que sea que vive atempore into carne.

Nos encontramos hace tiempo en un motel con una rubia hermosa y con un atisbo astuto en su rostro, cuidaba de su pequeña hija, tan encantadora e ingeniosa como su madre. Las persiguen las balas erguidas patriarcales, leía libros y lanzaba un cigarrillo al vacío, esparciendo estrellas dispersas. En las venas que fluyen por el suelo emergieron dos serpientes que se deslizaron entre sus sábanas, una verde y una negra, sofocando el cuerpo marcado por el tiempo. Dos insectos en sus ojos oscuros como monedas en la antigua Grecia: dos ojos brillando bajo la sombra de un árbol en crecimiento. ¡Oh, el amor que mantiene celosamente bajo llave! Nubes azules alrededor del brazo y el final de un túnel más oscuro que el vino que fluye de las fuentes y fibras de la locura.

- ¡No bebas más de ti mismo! Busca en otros tu rostro alterado por los pájaros embriagados, aunque Amor sea despreciar la ternura.

La mujer vestida de azul con prendas rojas y negras, ligas y calzones colgados en la cuerda, luces desvaneciéndose y devolviendo su brillo al día. Puedo Odiar y Amar, imagino con modificar su rostro mientras la beso; ambos creemos estar juntos por un breve tiempo, un hombre lejano me llama con los brazos abiertos, sosteniendo varillas ardientes que queman sus ojos en dos botones secos de una Flor perdida como amapola en el paraíso, no significa nada para mí, ni para ti, ni para ellos.

A través del cristal, la calle se inunda de dolor, gritos, pesadillas y una joven inocente baila en el apogeo del silencio, nadie desea sentir el lamento, solo observar un rostro embellecido por las plumas de los pájaros silenciosos que cierran sus ojos pueriles y tímidos labios.

“He vuelto a estar con ella; parece que tengo su cabeza entre mis manos y disfruto peinar su cabello con los dedos. Ella permanece callada y observa los árboles; siempre árboles. Me relata sus recuerdos de infancia, sus aspiraciones, la meticulosidad de su voz me inspira, y por un instante, creo ser su madre. Por un momento, anhela a su madre carnal e intelectual; teme la amputación de su pene. Confiesa su deseo de ser directora de películas. Nos reímos y ella intenta besarme. Me resisto un poco. Ya no sé quién se resistía, si ella o yo. Es hermoso cuando la luz de los faroles cae sobre ella; luego habla sobre la luz del farol, se adentra en el análisis, creo, ya no lo recuerdo, de alguien que se suicidó en un farol. Es una niña extraviada, como les de Peter Pan. Fuma desmesuradamente; es una viciosa y ese vicio es su esencia y herencia de 50 años. "El camino del exceso lleva al palacio de la sabiduría", recuerda... "No oscurezcas la mañana con el humo, la maquinaria desangra la tierra enferma, los menos privilegiados se alimentan de la basura que arrojan por la ventana, así el sol entra sofocado, calla, duerme, sueña con los pinceles".

A veces es un anciano, le entrego un poema que escribí para él; otras veces es un niño. Un equilibrista, dueño del trapecio.

La llamo por su nombre durante años y no responde, es cruel, se manifiesta poderosa en un siglo de caos y debacles, Nada es para todos, nadie la detiene, es cruel ¡ya lo dije! Me consume sin compasión, susurra: "Te destruiré y no serás de nadie más, ¿Adán?




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