El ahorcado

Cifras en el extremo de los muros la diferencia entre tu y yo,

gemelos errantes al continuo vaivén de olas en el metrómono universal,

no podemos vernos tras la reja de los mares ni en tu boca ni en la mia,

extraños mudos y dentados inconclusos buscando entre los humos y las noches

la miseria del sentido en palabras y rosas y cosas sin su forma, digamos, formal,

vulgarizando y alabando el ir y venir de nuestras miradas, 

asustados en el espeso miasma de los días calcáreos,

nos saludamos como un ritual de antiguos paganos,

y nos sonreimos con una antigua pasión de resacas doradas,

días detenidos al mirar el flujo de las aves en las aguas,

en las paredes reflejadas de antiguas mansiones pobres y aristócratas,

cabeceamos el signo de la existencia en el vivir de la idea,

llameando en los ojos la rebeldía de la noche frente al día,

porque ya no solo escribíamos con la savia si no con la sangre de las aves,

Sino con la mezcla de girasoles en futuras avenidas,

entendiendo que la vibración ya no soporta este cuerpo y se remece,

entendiendo que este oficio se vencía,

sin embargo, existe aún la casa, la rosa, y también la espina, 

el ripio

y todas esas cosas,

el ave y la jaula que estremecen sus alas día a día,

candente y enferma por esta sociedad,

caliente y estruendosa por la sociedad,

vulgar y violenta suciedad,

corrupta y sinuante suciedad,

crispada y atroz suciedad,

llameante en girasoles sociedad,

flameante soledad 

entendida de ritmos fractales del nacer de esas palabras,

que me sucicida en versos, en poemas, en fantasmas. 




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