Diario de Adán (Fragmento 15)

  Estar tan vacío y repleto de recuerdos volátiles que se oscurecen tras la lluvia olorosa a nardos, el vino corriendo de arriba hacia abajo y dejando su color en los labios hambrientos y agrietados por la resistencia al placer. Un diente. El trance hacia lo sicalíptico, hacia la enfermedad del sueño de creer ser hombre, hundiéndose en las quebradas, en las tinieblas del alcohol. Cada vez que el hombre coloca sus labios en la sangre esta arde por dentro como si las llamaradas y los gritos del Vesubio estuvieran en el. Cada vez que el hombre coloca la copa en su boca se trasforma, el pelo crece a borbotones en todo el cuerpo y las uñas se agrandan descomunalmente, los ojos se desorbitan tratando de alejarse de sus cóncavas con ramilletes en si de venas rojas, la frente se arruga y la nariz cae a pedazos en el pavimento, los palomas se complacen en comérsela… el aire cálido es el aliento de la infancia apolillando a Pompeya… el pecho se abre y miles de plantas carnívoras se mueven en su interior, larvas de fulgurante blancura roen la carne y se desmembran las células en su constate devenir y miseria. Al otro día todo “está” donde debería “estar”. El hombre es un Prometeo encadenado a su libertad. El nuevo Prometeo. Formamos el ser de pequeñas monstruosidades cotidianas, al caminar asesinamos miles de vidas y una niebla negra se pega en la piel provocando lepra, a los barcos los locos y sus visiones, las velas hinchas como pulmones excretan coágulos de visiones poéticas. La nave zarpa con Caronte en sus tablas… más adelante será preciso volver a el…

Desperté transformado en una mosca, seres con tentáculos y grandes colmillos me encerraron en un frasco de cristal (para una mayor comprensión diríjase al moderno volumen: “La metamorfosis de Ovidio”) ya pasada las tres de la tarde siete extremidades babosas sujetaron mis patas, mi cabeza, ¡Mis alas! y cada triunfo o derrota arrancaban una parte de mi cuerpo… el vello tenebroso de mi crueldad se agitaba con la baba… ¡Aún siendo despreciable, yo lo amaba! ¿Pero quién entiende a un torturado por el cielo? A la medianoche mis miembros estaban en todas partes y el dolor ¡Oh el dolor corrompía mi inalterable ser, las formas de la belleza cabeceaban y oscuras se tornaban!

Debía hacer algo, trabajar el algo. Mi madre me había conseguido trabajo en una oficina de telégrafos. Ya nadie pasaba por ahí, sólo los mensajes de la guerra, y la gente estaba harta de los mismos sufrimientos, miles de años con las pistolas en la sien. Yo era el cobarde, enlistarme me daría vida, un recuerdo, pero mis fragmentos no son más que arena fundida hasta que el vidrio (del frasco) volvía a ser viento.

Nací en el desierto de la vida y las costumbres parecían odiarme, ¡Ah Dios ten misericordia de mi imaginación sobre tu existencia! ¡So sólo apoyases un dedo en tu creación! ¡Sólo una pista aclamamos a las montañas! Te quiero ¡Te quiero eternidad!

Mancillar lo amado o mar lo mancillado es querer la fantasmagórica figura del caos cuando se revuelca como una prostituta moribunda al dormir bajo un manzano es una tortura para ella sentir el sonido de las hojas al caer, es un estrépito como el grito de los demonios quemándose en el frío hielo del infierno. ¡Y he aquí los tormentosos ríos de nepente queriendo llevar mis recuerdos!

En el primer escalón cantan las alabanzas a un oculto Dios.

En el segundo escalón las llamas lamen con rugidos las heridas.

En el tercer escalón los clavos oxidados caen como dientes de viejas.

En el cuarto escalón dos pares de mujeres lloran desconsoladamente en su parto.

En el quinto escalón una muralla de fuego impide el paso de caballos amarillos.

En el sexto escalón un gran demonio toca la lira y duerme.

En el séptimo escalón los árboles gimen y allí estoy yo gimiendo

En el octavo escalón…

Se levanta una voz en mi cabeza, mientras me ducho para salir a buscar mis miembros de mosca repartidos entre miles de trabajos. ¡Soy el hombre, si, todos los hombres en mi, agotados de vivir!

-¡Rociad las rosas con lágrimas de árbol, el fluido del flemático triste, es una muestra de vuestro cariño! ¿Cuántas veces haz de llorar? Sin embargo, preciosas perlas mías yo os adoro y mi vida os pertenece como mi canto pertenece a las aves ¡Abrid las puertas!

¡Abrid las piernas mujer! que vienen bajando los niños en ronda por tu pelo, la carretera pavimentada con la espuma de Venus que rodea las montañas de Venus del norte. La manzana de tus pechos caen como algo lanzado por los niños; Afuera en el patio el granado se incendia como una antorcha lanzada a la hoguera y salen los primos, los hermanos a jugar con los árboles del huerto, Benjamín el menor se duerme en el cobijo de las raíces y nosotros dos, hermanos de sangre escalamos el manzano de frutos ardientes como nuestras venas. El fruto rojo de nuestros padres. Te resistes y no puedes, me sostengo en tronco y trepo hasta una rama, pero el aire nunca fue de mi agrado, ni aún ahora lo es, la rama cede y caigo, tú te ríes y escalas ágil por la corteza, subes, subes, arriba hacia los cielos y las pocas nubes que están pintadas en el lienzo; tus carcajadas se pierden entre la altura y las hojas. Benjamín duerme a mi lado, resignados me pregunto ¿Qué diferencia hay entre resignarse despierto dormido? ¡Deseo dormir! aunque al bajar me mates de una puñalada por ser el preferido. Benjamín sueña que sube un árbol , arriba ve los tejados de las casas, los otros sitios y niños, más niños dormir y jugar, el barro en  los zapatos y la cabeza, las serpientes esconderse aterrorizadas en los huertos repletos de hojas, y ramas caídas, huele el cielo de la tarde que cierra su ojo izquierdo como una moneda cayendo en la profundidad del pozo del final del jardín. ¡Si! Abajo ve a sus primos durmiendo tranquilos en el tronco de su árbol.

-Me dice, Pilar, ¿estás ahí? -No sé que responder. Cerramos los ojos con el sol. Cerramos los párpados pesados sosteniendo nuestras cabezas en la madera de ese árbol.

Hermano mío bajas a dormir con Benjamín y conmigo, los tres dormimos en las raíces de nuestra infancia, yo en aquel tiempo era algo imposible, inaccesible, no tenía preocupaciones de ningún tipo, insultaba a mi madre y arañaba los pedazos de escaras que mi abuela soltaba sobre mi, mi hermano era mi hermano egipcio, cometimos el incesto unas cuantas veces por simple curiosidad, ya en aquella época desprestigiaba el nombre de la familia, ¡Y qué nombre! Los apellidos nobiliarios seguían en las mentes arcaicas de esos viejos. La libertad fue mi extremo, en el jardín de la casa justo entre las raíces del manzano y el pimiento con sus negras estrellas, allí planté mis vicios, fui y soy horrible, la forma informada de la moral que intentaron forjar en mi, sin embargo sé que mi primo Benjamín sufría por mi, lloraba constantemente y asimismo se enfermaba con regularidad; Yo insistía en subir los árboles y contemplar todo el mundo que circundaba la casa de mis abuelos, él simplemente observaba cabizbajo y muchas de esas escaladas se quedó dormido en las raíces, hasta que un día durmió para siempre… Se lo llevaron mis tíos al sur del país, situaciones económicas y esas cosas, después de eso caí en un profundo ensimismamiento, y mi hermano se puso más rebelde al verme en ese estado, ahora era él quien subía al árbol yo dormía, pasaban horas, horas, hasta la hora del té en la tarde y concorde pasaba el tiempo, él se denigró y terminó convencido de las patrañas de los abuelos, yo en cambio aguardé en silencio ,a Benjamín, querido Benjamín, mi salvador. Nunca más lo volví a ver. Lucio me recuerda su cuerpo, sus debilidades.

Me visto para ir al palacio a buscar mis torturadas partes, me sitúo como una mosca que suavemente reposa en los pétalos de una rosa. El camino de la transformación de mariposas negras que afloran en mis miembros, así remonto el aire de la calle hacia el encuentro con Benjamín.



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