Diario de Adán (Fragmento 1)

Te colocas en las vías de suicidio y su humo baja por las laderas, cámara lenta del viento en retroceso con un vahído de espeluznante terror, llevas en tus manos lo poco que la vida ha rellenado tus espacios vacíos de carne, allí donde la pasión no ha tocado su lira y sus notas etílicas no te han avasallado, eres tú la fuente de esa agua de muerte inagotable, hermoso y terrible, cálido como el sol reflejándose en un río de lenguas de llamas. Tú eres la concreción de un vacío columpiado y bello, sólo las siguientes palabras te convencen de no estar por un segundo en otro lado que no es aquí, porque todo se conecta y todo se masturba en tus ojos, antes de asesinarte.
La metamorfosis múltiple como una mariposa negra aletea hacia los inicios del vuelo. Todo esto es una madeja que enrollas y desenrollas como las parcas. Vuestras tijeras se abren como piernas de hembra hambrienta de líquido del placer; las tijeras vuelven a dar vida y son también las que cantan el chillido gutural del camino asesinándose. Mariposas múltiples rellenando la carne, tocando las liras, flautas, guitarras y acordeones de arcaicas civilizaciones. Nuestra piel, es la piel agotada de la tierra, el oro incendiado de las cavernas bajo el mar, el goteo inextinguible del grisú de los labios de un mujer radiante y amarilla, con alas quebradas, arrugándose en el otoño, brotando como hojas al viento en primavera, ese es nuestro destino: el otoño aunque busquen primaveras, el otoño, siempre el otoño. 
El mar es calipso en la estación del humus y de los troncos caídos, y oscuro, aún más potente que el vello lubricado de un varón. La escena poco a poco lleva al agotamiento, las ojeras, el cansancio, las arrugas y al fin el tronco se rompe en un vahído. Cayendo se parece al velo blanco de una viuda en el aire, se desplaza como niebla en retroceso por las laderas. 
Es la forma del descubrimiento de las ciudades derruidas, calamidades y tormentas que pasan por el cuerpo, por que tú eres la ciudad a la cual siempre Odiseo quisiera volver. Y tú crees conocer completamente a Adán, tú, asesino, el mito de la muerte pasiva griega o las gárgolas humillantes y justicieras, hermanas de tu destino. Todo reescrito es tu vida retrocediendo, la de los hombres y la del mito. Tú eres el mito Adán, tú eres el mito cálido del sol en las verdes aguas, yo soy el mito, el viento que mueve esta niebla con ojos homicidas y al nacimiento de la tierra. 

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