Diario de Adán (Fragmento 6)

 Aquel día estaba leyendo un libro de Blake, una edición al alcance de la mano, yo era la quinta o sexta persona que había poseído este libro, pues gusto de sabotear las ferias y llevarme un par de libros para leer en la casa, cuando ella se me acercó, me preguntó qué leía y le dije que "las bodas del cielo y el infierno" se quedó callada sentada a mi lado, nunca antes la había visto y parecía querer que la penetraran así que me hice el novato y la invité a almorzar, hablamos de sus preferencias, me dijo que gustaba leer igualmente pero cosas un poco más oscuras (y hasta pervertidas diría yo) Poe, Lovecraft, Machen, Marqués de Sade, Alexander Void, Marcelo Proudhe, etc.
Mientras me relataba uno de los cuentos de Lovecraft creo que era "El otro", yo me hice el desentendido pues leí a Lovecraft cuando tenía unos quince años y habían muy pocos cuentos que habían escapado a mi sed literaria… en estos momentos pienso que la mayoría de los hombres consideramos a las mujeres tan estúpidas como si ellas no supieran que la atención que le prestamos es falsa, ellas saben absolutamente cuando uno está interesado en cierta conversación, por ejemplo si ven que la mirada se desvía desde su cara a los pechos, o hacia otro lugar significa absolutamente que ese día ella tendrán un buen revolcón, con un ardiente hombre que se satisface con muchachitas de esta especie… al igual que en el rock, la literatura se va convirtiendo en un afrodisíaco, ¿Quién no disfrutaría del tantra encima de unos buenos tomos de Artaud?... luego la muy libidinosa me dijo si quería conocer su biblioteca personal, es obvio que la atracción por los libros era mayor que la atracción por ella, y acepté pues decía que tenía “Una temporada en el infierno”, cuánto fue mi asombro que ella viviera sola en su casa, pues sus padres, según me dijo vivían en el sur de Roses, más allá del río cobrizo, ese que baña nuestro país desde el norte hacia el sur. Me introdujo en una salita llena de libro por doquier y ahí hablamos durante un largo rato.
-Puedes elegir cualquiera, ya los he leído casi todos-me ofreció.
-¡Genial!-exclamé con sorpresa, pues se que los aficionados a leer nunca se despegan de sus libros por un asunto de que nunca los terminan de leer, en sentido metafórico, siempre vuelven sobre ellos, como fetiches, los auscultan, los huelen introducen sus dedos secos y dolorosos en el himen de las hojas y hasta una ves supe que un amigo se había masturbado en uno incluso que guardaba su semen entre las hojas.
-Permite recomendarte “Plexus” o “Nexus”, mira está en la gaveta del…
- ya lo tengo y además ya lo leí, no creas que eres la única que lee en estos lados- ella levanto levemente la ceja y se me acercó, bajó su mano hacia mi pene y la sostuvo un rato mientras decía.
-Lo sabia desde que te vi, estas que explotas, y aún más te gusta que yo sea tan culta ¿no?
-Eeeh, eres increíble, pero por favor podrías dejar de ¡ah!- exclamé porque me había empezado a masturbar por encima del pantalón con una agilidad increíble, como si supiera exactamente que hacer para ofrecerme placer.
Lentamente nos fuimos corriendo hasta su habitación, una de las siete que había en su casa, una vez allí me bajó los pantalones muy rápidamente y vio mi miembro mientras exclamaba:
-¡Uh, estás caliente! Podrías colocar aquello en mi boca.
-Claro si es que lo haz hecho antes.
- Nunca me lo he permitido, pero si quieres probar.
-Bueno, bueno hazlo luego, no ves que empiezo a perder las energías- y coloqué primero el glande en su lengua, ella empezó a lamerlo desde arriba hacia abajo muy lentamente, y después en sentido inverso, sentía el calor de su lengua en mi pene y me convencí de que la muy puta, ya lo había realizado antes, sus pechos se veían apetitosos en el escote reducido de su blusa, y ella seguía haciendo el trabajo con su lengua bajando por el tronco hasta los testículos y allí se ponía a jugar con el vello púbico, la lancé encima de la cama y coloqué la verga azotando su cavidad bucal, la saliva corría desmedidamente por sus labios combinada con el líquido preseminal que yo había expelido, era tanto el goce que esta mujer me daba que no podía retener ni un segundo más la descarga de semen que se venía, sin embargo ella paró, no se como saben las mujeres cuando el hombre está a punto de lanzar la llamarada blanca, algunas lo saben por los espasmo o el rostro, pero ella era completamente intuitiva, sabía divinamente como lograr llevarme al éxtasis. Se salió de la opresión de mis pies y se sacó los pantalones ajustados que llevaba, tenía unos muslos preciosos y su trasero era fenomenal, su cara cubierta de sudor y mezcla de fluidos me embriagaban de la locura, cuando miré su vagina no lo podía creer ante belleza estaba (muchas vaginas son horribles) me acomodé en la cama, pues el tiempo transcurrido era suficiente y ya me había tranquilizado del ataque que esta me había dado hace un momento, ella alzó su lívida pierna por sobre mi y se colocó encima de mi miembro erecto, altivo como un tótem de los pueblos Africanos, en aquel momento pensé en lo bien que Nietzsche exponía su pensamiento en aforismo y como los pueblos lo habían transgiversado para sus beneficios nacionales, al igual pensé en como se consideraba a Serrano como un mal escritor siendo el uno de los mayores exponentes de la literatura chilena, Scheleimayer igualmente y su desprestigio social, pero me vi interrumpido cuando empezó a cabalgar con unas fuerzas atroces sobre mi debilitado cuerpo, avanzaba con su calidez sobre los terrenos desvirtuados de la realidad, sus gemidos y el fuerte roce que su vagina producía en mi pene me estaba elevando por los aires, vi entonces reflejarse el sol en su cuerpo, su cabeza desprendida y la figura de Kali bailando como las serpientes de una Gorgona sobre mi, sus brazos despedían miles de rayos luminosos y su rostro, ¡Oh su rostro! Era una de los lienzos más horribles que hubiese visto en mi vida, ni siquiera los cuadros de Schawabe podrían describir tan macabra escena, se movía, se enroscaba, disfrutaba de poseer mi cuerpo, creyendo absolutamente que éramos uno, y yo, yo sostenía mis dedos agarrando las sábanas para no decaer en su frenesí caótico, y descendió, se dio por vencida, pensé que realmente el sexo y la guerra eran dos placeres idénticos, siempre se tiende hacia los otros y quizás ese era el problema que ella tenía, quería tenerme, pero ¿Qué cosas se poseen? Afuera de nosotros todo es libre y susceptible de su propia naturaleza, que el ser humano diga: “este es mi cuerpo” es algo totalmente arbitrario, no conocemos con certeza que poseemos, ni siquiera si poseemos algo, y ella me había perdido, yo aún no eyaculaba pues ese era el momento en que ella sería mi dueña, un pacto entre dos entendidos, sonreí, ella agotada dormía sobre mi pecho. Su maldad radicaba en que era inocente, la “terrible infancia” que nombró una vez Teillier, si, ella era mala hasta el nivel de su propia destrucción, ya que veía en sus actitudes el no querer ser ella, con el tiempo empezaría a conocer sus motivos de destrucción (a veces pienso que toda destrucción guarda en si un poco de autodestrucción) y así empezó nuestra vida “juntos”, ambos aficionados por la literatura y ambos derrotados por otra fuerza que nos agotaba, sin embargo oculta para nuestras miradas.




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