Diario de Adán (Fragmento 14)

Y todos hemos desperdiciado nuestras vidas, anochece en nuestros ojos las últimas gotas de inocencia evaporadas por el calor del trabajo, la naturaleza es a veces es un poco sentimental un poco llevada en los lomos de furiosos ángeles con espadas de fuego, nosotros en cambio vemos este mundo despedazarse entre esquizofrenia, sífilis, sida, hambruna, no es una proclamación, no debo ir detrás de culpables ¿Qué importa?

El paraguas se eleva por las montañas llevando en su dorso miles de otros seres, ácaros de vida putrefacta. El asunto es aceptar la vida como es, ese cúmulo imperfecto, error del caos entrópico, aunque suene contraproducente, sería mejor no estar aquí, siempre es mejor el no-aquí. El espacio en la vida se transforma en un problema.

Las ancianas desnudas bailan con sus colas postizas, la canción de caballos blancos y amarillos, allí esperan a los jinetes fundirse con ellas en un túmulo putrefacto y viviente, de larvas que se alzan como si todas respiraran al unísono. El gran problema es estar aquí, es lógicamente la razón de los males de nuestra desesperación, “el otro” diría un sapo saltando de un pantano a otro. ¡No, nosotros! No queremos ser nosotros, miramos nuestras manos con desdén, tratamos de escarbar bajo ella, la estiramos y rajamos la piel, el dolor es trivial y allí, el músculo, lo tomamos y de un golpe arrancamos el hueso más adentro duerme la médula y nada, nada ¿Qué mierda somos? Preguntamos sabiendo que somos. Se abre una de la puertas de nuestra frente y un payaso se agranda junto a nuestros ojos, toma el brazo desgarrado y coloca los pedazos en su lugar, se sienta justo frente al lado de un tronco que ha crecido rompiendo el piso de la casa, apoya su espalda en el y observa con una estúpida sonrisa casi lujuriosa.

-¿Eres "Tú" cierto?

-¿Quién sabe? ¿Tú deseas que sea así?

Me ahogo en sus palabras sarcásticas, un garrote golpea mi pecho y sube por la garganta hasta los confines del cerebro; Bailo al ritmo de los garrotes, si, le bailo al payaso que se parece al traidor de mi padre, en lo burlesco, en lo benigno, pero aún así se transforma en una molestia, como un clavo sangrante en el zapato, de tanto que lo detesto agarro su pie y lo lanzo por la ventana, desaparece en medio de una neblina afuera de la casa, escucho el chapoteo de unas olas a lo lejos y las risas que emiten unos hombres sobre un barco, es de noche, siempre anochece en medio de las rocas. Mi casa está situada junto al mar.

He decidido vivir , calentar las gargantas encima del mundo y lanzar cuchilladas de luz de tinta en los continentes, esos pescados enormes y dorados con cabellera verde tomando sol, cuyos bordes son agitados por las olas que rompen el sello de los payasos. Olas cuyo nombre con los años se vuelven devenir. Me lanzó tras el payaso y caigo en mil licores posibles y lo bebo con placer y rapidez.

Cómo confundir a Dios con el vino, la botella y su cara burlona, que pinta de sangre los labios me observa con las mejillas sonrosadas; Tocan a la puerta, ¿La puerta de quién? Entra un jovencito inocente ¡Ah en aquella época tenía yo unos 15 años y él unos 19! Pero él era más inocente que yo, el paso del tiempo como un temporal se desangraba en sus mejillas. Él lo sabía, no obstante seguía su juego; Cuando salíamos por las calles de la ciudad con bastones en la mano nos creíamos los reyes del mundo, él saltaba de alegría y yo lo miraba paternalmente ¡Es inocente! ¡Un marica inocente! Te elevo mi buen amigo y  te beso en los labios, abrazándote fuerte ha pasado tanto tiempo desde tu muerte en ese lecho mugriento.

-Te he traído este… esto -me dice tímidamente mostrándome un libro, ¡Si! La primera vez que leí un libro fue gracias a él y justamente este fue el libro.

-¿Todavía lo recuerdas?

- Acá nunca se olvida, pues no hay nada que olvidar- me dice.

-Déjate de babosadas, ven -le digo invitándolo a sentarse al lado de mi cama, mientras coloco el libro sobre un montón de otros.

Todos buscan sexo, es el frenético paso de volver los pasos atrás. La Gorgona mira detrás de sus ojos como un arquetipo señoreándose en los lares de la inocencia perdida. Es otro mundo el que visitamos cuando sube la marea del placer a nuestros miembros, se desagarra y se abre hacia los otros, ya todo está permitido con mi cuerpo ¡Tomadlo en las garras y zarpas de animales! Arrastrad por el suelo la moral del “otro”, ¡Masturbad su pene en vuestras manos, esperando recibir la descarga de sus secretos! La mano trémula se acerca al espacio que no es concedido por los gusanos de luz, la bestia más enorme con miles de patas, un ciempiés me cubre el rostro con su blancura, no se ve más que el pozo de un sueño tratando se salir, la faz se cubre de escaras, el lento roce que se adentra es el ritmo que en todas las cosas se encuentra. Probad con vuestra lengua los sabores que la vida ofrece. Esta melancolía me gusta cuando cae en la mudez, y los ojos de los infantes se caen al suelo rodando como las balas de las pistolas que en el eco de los palacios resuena.




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