Diario de Adán (Fragmento 12)
- Ah, ya caigo -les
dije- ese libro que tenías en tu biblioteca, “Metafísica 4 en
Guerra empezó a
gimotear, y se dio la vuelta, en la puerta que daba desde la casa al patio
estaban una gorda pelirroja que conocía se llamaba Batoro (intentaba en
sus textos dar un poco de oscuridad, pero sólo reflejaba una capacidad para
llorar por todo, siempre en un tono depresivo) Esos tres
la miraron, al parecer también les había ido pésimo en tratar de entablar
conversaciones con los de adentro. Guerra salió indignada por en medio de
ellos, las pobres ratas la siguieron buscando su olor y su carne, miré a
Clárese.
-¿Quién logró que
se fuera? -le pregunté riéndome.
- No lo sé, empate al parecer -y sorbió de su vaso un poco de vino.
Bebimos vino y hablamos
de literatura, era una mujer espectacular, conocía de todos los ámbitos de la
cultura, me dijo que el hombre bajo, de cabello negro y con la calva creciente
era su hermano y el otro era Samael un amigo poeta que llevaban
años escribiendo en la zona.
Entramos a la casa
Lucio y Pilar estaban animadísimos hablando con
-Ehh, nooos vamos
Gorgona, Graacias por invitarnos-dijo Danniss.
-Gracias, nos
vemos- repitió Ranches y Surgo.
Noté cierto
desprecio por ellos, eran gente normal, en búsqueda de algo, que ni yo, ni ellos,
estaba seguro, sabía que era. Se fueron dejando tras de ellos una estela de
malhumor, quedamos callados durante un segundo y Gorgona prendió un micrófono
que tenía escondido por ahí, luego fue hacia la cocina y sacón unas botellas de
mezcal, y un recipiente con marihuana y pipas.
-Ahora -dijo-
empieza la verdadera fiesta, ¿Quién quiere empezar a leer?
-Yo -respondió
Lucio, cuyos ánimos habían mejorado desde que llegó, vi su vaso que tenía lo que no había tomado de vino, y se notaba que le hacía efecto. Pensé en lo entretenido que se iba a volver esto si la personalidad tan
retraída de mi acompañante se daba la vuelta y dejaba actuar lo extrovertido.
-Será
divertido-dije en voz alta.
-Si, si, yo quiero leer -respondió Lucio mientras Pilar lo miraba con unos ojos de interés tremendo, me senté junto a ella y Lucio empezó a recitar, siempre lo hacia de manera enérgica y gastaba bastante energía en esas declamaciones.
-“La libertad danzó con los pies en el hielo/ y convertimos la negrura de sus restos / en la cama donde se despierta en invierno/ es oscura la luz de .las sombras/ y más oscura la luz de los ojos de los muertos/ los gladiolos gritan guturalmente su dolor/ ¡que alegre! , ¡Qué alegre! Volver los pasos sobre el reloj/ y ahora un árbol danza con la libertad…”
Cosas como esas
eran las que leía, no le presté mucha atención a sus poemas, rebuscaba más en
sus expresiones, tenía el cuadernillo levemente sujetado por una de las manos,
los pies abiertos a la altura de los hombros y leía con fuerza y decisión, las
mujeres que quedaban estaban fascinadas con la gracias de los movimiento de
manos que ejecutaba, aquel espectáculo terminó con él tirado en el
sillón durmiendo su borrachera, en mi caso estaba un poco mareado y le pedí a
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