Poema Los poetas grises (Fragmento IV)

 Miremos la muerte en el rostro borrado con alcohol, y benzedrina,
con el bendito peyote iluminador de ojos,
¿y qué si veo nuestro retrato colgar de bares y bibliotecas?
hay que embriagarse hasta vomitar de dicha,
follar hasta incendiar Roma,
usar consoladores de bajo precio, estéticas rabelesianas,
escupir académicos arcaicos y polvorientos,
esqueletos vivientes, lameculos, usurpadores
escupir sus caras de sapo hambriento de vida,
ves bien:
Esas dos sombras agitadas en el rítmico tiempo,
Y por eso ver, ver más allá del barco acercarse
con sus tripulantes:
Elevémonos, si, en humo verde, en líquido rojo,
bajo la cerveza se ve el vómito de fuego
y el cemento gruñir,
falos Grises escupen humos, maquinaria sangrienta.
deseamos árboles, animales extintos, políticos asesinados
¿quieres un tigre de sable? Lo tendrás después del perro azul.
Celebremos la fiesta del papel,
Las caderas silenciadas por puñales,
La comida servida un sábado por la tarde.
La comida resucita el domingo en la mañana.
Piedras insepultas y flores a sus pies
Celebremos las fornicaciones del siglo de cemento,
Las masturbaciones de los jóvenes;
recuerdo el pelaje de mi pubis en la adolescencia,
mi puntero de reloj erecto en el tiempo
que fue creciendo con los años y los anos,
Mi verga insepulta que eyacula flores,
o esa gruesa mata de pelo cercana a mi clítoris mental,
como ciudades que desplaza el odio en la geografía
el tacto en la piel cuando anochece y nada se ve,
despierta la ternura de los abrazos, que nada ven.
un cálido rayo de instante,
un momento,
solo uno,
nada más que mirarse a los ojos
caer
y ver
y tener
a los poetas pasar hambre
y el silencio beber del ruido,
¡NUNCA LA TERNURA SE VENDERÁ!

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