Poema LOS POETAS GRISES (Fragmento I)

“Efflantem ferino rictu crudelitatem”
Ammiano
                    I
En el instante la belleza ha cambiado
y es una gotera en la casa del ser,
antaño se creía en lo correcto
hoy no se duda del error,
todo es una melodía
de relojes hambrientos
que esto no sea Poesía.
Me acostaba con una y con otra
todas decían pertenecer a los palacios divinos
donde el vacío de las vaginas
prometía despejar los sentidos,
sin ojos, la vagina de la madre muerta
eran pasos prohibidos en la acera del progreso
y tú decías del mundo una ciudad
más blanca que el terror del blanco
más esbelta unidad que los miembros agarrotados
de un fuego bailarín sin brazos como manos
sin manos como lenguas,
como este frío en la batalla
al ver la fila frente a los muros,
como agujas de un destino desconocido o descosido,
sin las hebras de semen eras un leve ángel blanco.
y encerrada mirabas al burgués atardecer
a la niña tomar la mano de su padre
sonriendo tras la sombra de la cóncava ocular,
y eran tantas las imágenes tras el cuadrado sin ojos
el cristal oscuro, la oscura imagen de tu rostro
como luz desmembrada en algún río
los reflejos, el reflejo de eléctrica naturaleza
bordeando los ciclos, allí el ciclo del si-mismo,
de ser todos y ninguno a la vez
troncos, pies y manos, ojos, penes y vaginas,
¡tu silencio de ave! ¡tu ira de “capriche”! ¡tu abrazo último!
y después de una palabra, una sola, ¿me hablas de belleza?
Divide la belleza y no encontrarás más que la cadena,
La cadena de la lengua humedecida,
La cadena que ata a la tierra
eslabones bestiales de ideas,
de ideas que no son más que troncos flotando en el río de todas [las memorias.
Madres muertas, planetoides, padres con el ojo secreto mirando desde el fondo los pétalos plateados.
y yo quería ser ilógico: bañarme en semen,
ocultar el miembro en algún libro y eyacular.
y no era eso, y no era estar o no estarlo,
si no vivir ávidos por la sonrisa de otro,
en esos jóvenes silenciados por el parque,
a esas viejas estatuas tomadas de la mano.
Otras hojas sembradas como lápidas en el pasto.
Y sé que hoy vemos pasar con libros bajo el brazo
Y llorando no dejan caer sus lágrimas.
Una flor que no existe sostiene la unidad,
pétalo a pétalo hojas cantarinas escapan de las jaulas
¡y era tan tosco! no comprendía, no comprendo, no comprenderé
y nadie ha comprendido
porque todo era un trozo y yo quería ángeles que cantaran
y solo un organillo de vagabundo sonaba por las noches.
(...)



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