JUNTO A SU TUMBA, EL CRÍTICO parte 2… (Los poetas grises)

Quedé solo y con la sensación de querer establecer una amistad con él, pero estaba lejos y yo aún más. Su rostro cadavérico se hundió en las sombras de un pasado incognoscible.
No tengo más visión que la melancolía pegada a los huesos, esa forma voluble que se experimenta al leer a Rosamel del Valle y escuchar a Chopin o Satie (en sus memorables Gymnopedias. Niños bailando desnudos ante la mirada de la estatua del dios rojo Marte) ¿qué podría decir de algo tan ajeno a mis preferencias vitales? Nada.
Como Herman y Paulina decían parafraseando a Ludwing Weinteing: “El ser (Gris) se nace, no se hace” Es la lluvia arrastrando sus ropas húmedas por las piedras, es una luciérnaga muerta a los pies de un gigante, es una colilla de cigarro encendida en la acera de una calle apestosa, es el lamento de los niños muertos, la última frase de la Gran obra de teatro. Se nace de una raja enorme para solo recordar a tu Madre gritando.
Y todo el sexo desparramado que corre bajo el puente, todo ese amor por odio, todos esos besos de la fantasía y la escritura, todo aquello y más es la tonada, el jadeo de un escolar masturbándose en los baños de su colegio. “La estética no hace Poesía, ni la política, ni el pensamiento, ni la moral, ni las palabras, La Poesía hace Poesía, es la rosa, es una rosa, es una polla” peroraba orgullosa Paulina.
Con Dalini Cundela tuve una relación más cercana, incluso llegamos a recitar juntos en una de las comunas de Santiasco. También fui confesor en el famoso secuestro de Nica y su posterior vejación. Nunca me incluí, creo que Herman escribió sobre mí en alguno de esos libros estúpidos que articulaba. Nada más. Nunca creí en esa fanfarronería, era extrema y sin sentido. ¿Cómo entender eso de: “Que la lluvia de la lengua sea de fuego y mierda, luego el suicidio”? ¡Já! Idiotas. Solo esas tres vergas vagabundeando por el mundo buscando culos y vaginas, solo esos tres podrían, quién sabe, entender la Poesía Gris. Sanpa Divina, el peor de los poetas dorados intentó en vano comprender. ¡Y ya se sabe su fin! Ese tipo de muerte no la merece ni siquiera un poeta dorado como ella.
Es inútil que los lectores de “El depravado y otras masturbaciones” busquen ver algo bello, por lo mismo no es Poesía. Se sabe que la prohibición de los Grises fue a causa de la incomprensión de los jueces del concurso (además que todos solo escribían libritos como tarjetas postales, Cundela se reiría de esos “poemarios”, he ahí la diferencia), los cuales desaparecieron, nadie sabe por qué, después de dar su veredicto. Lo único que se encontró fue una carta, la cual incluyó en el mismo libro. Intenté en vano conseguirlo, pero esa es otra historia de barcos y locos, y el capitán chancho. Lo que intento decir es que existe ese mito en torno al libro, que fue escrito una noche de San Juan, que el Diablo guió su mano, que si es leído o escuchado el espíritu de un Gris te posee. No. No busquen el libro, ni menos el Compendio de la “MicroPoesía biológica” de Paulina, le diría a los lectores: “No. No.”
Conocí a un lector Gris. En ese tiempo gestionaba la publicación de un libro mío en Perú, en el viaje un tanto agotador me dediqué a coleccionar la máxima cantidad de imágenes, como mis recursos monetarios eran “altos” me fui en bus; en Santiasco una vieja gorda dormitó y babeó la ventana a mi derecha; un niño de unos siete años se masturbaba mientras su madre lo aplaudía, se detuvo un instante por un accidente en la carretera con su mano ensalivada, una docena de cadáveres con su roja sonrisa brindaban por la vida. Allí me percaté, con ese niño, con esa gorda, con su madre obscena, con esos títeres de carne, que tenían razón, como una imagen sacada de Böll, que no habían razones para estar triste o feliz, que todo era una mierda en descomposición, que los críticos reflejaban el mundo y su consecuente recreación y ni los suicidas sufrían lo que sufría aquel que está desinteresado de todo. No era absurdo, era la existencia desfundamentada, era el abandono a la Nada, no al escepticismo, entiéndase, a la Nada equivalente a un grano de arena visto por algún loco que también vislumbra ángeles. ¿Qué Dios? ¿Qué metas? Nada. Solo Poesía revuelta en las tripas. ¡y eso no fue lo peor! Al pasar por Los Arenales, no estoy seguro, vi en la carretera a un Gris caminando, otra forma más barata para viajar, quizás fue alguien parecido, quizás Bela Lugossi. Ver o imaginármelo me dio náuseas. El bus entero funcionando y el futuro imbécil de la raza.
Los Mapuches enfermos por vivir.
La pelea de gordos políticos putrefactos.
La visión de ese Gris me despedazó. Ya no era el mismo que subió al bus.
En Perú me asaltaron, el editor me dio una sola y pésima copia, mal diagramada, con algunas hojas al revés con 3.000 erratas. Traté de buscarlo pero desapareció. Lima era el monstruo hermano pobre de Santiasco, la variedad de razas, edificios con mil bocas de vidrio, vagos con Rolls Royce. Quedé en la calle Martín Adán con mi única pertenencia preciada: mis calzoncillos. Los asaltantes eran unos gorilas indígenas de unos tres metros de alto con un hocico enorme de perro, parecían hombres lobos, los maldije y me lanzaron pescado podrido en el pecho y las piernas, en estas condiciones me adentré en una tienda cercana de mascotas para contarle al dependiente mi desgracia, entré despacio y el dependiente me espantó con una cobra que mordió mi verga, acto seguido se hinchó.
Me revolqué en las calles, me gritaron “pervertido” o “hijo de puta demente” un niñito me regaló una paleta de caramelo, mi única comida en días, la gente pensaba que era un voyerista y que mi hinchazón era excitación. Guardé la humildad y el orgullo. Una vez que fui detenido me refugié en la embajada, los cuales por medio de la intervención oportuna del Mister me extraditaron a mi país. Cooperaron con ropa, lamentó el embajador que solo dispusiera de ropa femenina. Mister fue amable y me vendieron a un barco. Allí conocí al capitán Chancho, un zoofílico casado con una vaca bautizada como Zurrita. Conocí en uno de los tantos viajes a Herman, el verdadero, sobre el barco, se dirigía a Marruecos a tomar contacto con unos amigos y un cargamento de marihuana autóctona de las laderas marroquíes.
El maldito bastardo del capitán me hizo limpiar la borda del vapor con un cepillo de dientes. No soporté más sus constantes mandatos y decidí en el primer puerto que visitáramos escaparme, una noche mientras dormía en la cubierta con su vaca me acerqué y le corté la verga, todo el barco se iluminó y la tiré al mar, salí por una escotilla y nadé hasta tierra. La brisa marina me llevó con Herman, con Paulina a quien conocía de lejos, con cabellos rizados, y supe que no había problemas, que todo lo sucedido eran mis fundamentos y lo mejor es que todo estaba bien en la tierra pues dios ya no existía en el cielo. El barco chillaba.
Caminé por una avenida adornada con flores y césped verde. Allí, bajo un árbol me vi hablar sobre la crítica. Pasaron por mi lado un par de hombres que, confundiéndome por mis ropas, me hicieron propuestas que negué con la “cabeza”. No sabía en qué lugar del mundo estaba pero hablaban español; descansé y sentí el hambre terrible rompiéndome los intestinos, para no fundirme en masticar mi lengua dormí sobre el pasto, puse mis manos, callosas por el trabajo infligido, en el tierno pelaje de la naturaleza y soñé con una tumba que compraba para mi muerte, en el sueño era lo único que requería, un lugar para descansar. Un terreno eterno que alguien hiciera para mí. Al despertar lo vi alzado como una torre, con su cara delgada y el abrigo negro hasta las rodillas haciendo juego con sus ojos, dijo algo que no escuché, quise que fuera “amigo”, así lo supuse y se fue, le grité que hablara conmigo, lo seguí apresurado, todo fue inútil. Grité: ¡Caronte, Caronte! Pero nada, siempre está solo pues no soporta la presencia de otro. Corrí a comprar esta tumba. En la fila del cementerio encontré al lector Gris, un tal Herman muy parecido al doble de Herman Bregas. Muy parecido al otro Herman Rei.



Comentarios

Entradas populares