EL “ENCUENTRO” CON PARRA (Málvaro Ruín) (Los poeta grises -fragmentos.-)

(Málvaro Ruín)

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Perdimos todo menos el habla, las ganas de golpear a un poetucho creyéndose Charlie Manson –como dice la canción– esas energías no se pierden. Defender una estética es defender el derecho de la vida sobre la muerte. Está claro. Herman siempre decía:

Guardar silencio es aplaudir al cómico” ¿y la risa? “la risa es solo una metáfora de la herida” ¡Uy! Que poética la frase, solo así podía hablar.

Ese Herman era un enredo de frases y citas que alimentaban su vanidad. Sí, es cierto ¡Era una maldita máquina de citas! ¡En otro idioma! Y no conocía ni el español bien. Muchas veces lo vi leyendo, pero eso no es interesante, de por sí se sabe que leía y escribía puras tonteras sin finalidad y creó su libro de la Poesía Gris estando lo más cercano a cierta literatura. Cundela siempre reclamaba a los Grises que escribían uno o dos poemas buenos y el resto era bazofia, ¡Bodrio! ¡Necesitábamos un libro, una verdadera monstruosidad! Y lanzaban escupos a Sanpa cada cierto tiempo (en invierno no había mucho alpiste así que no se veían en las praderas poéticas) se juntaban a reformular la poética o más bien la estética, fue en uno de esos encuentros cuando me vi envuelto en la situación más extraña de mi vida, se reunieron uno, Clarise, Cundela, Paulina, Cabellos rizados, Marqués de Serena...claro, Herman parece que estaba y esto parece una declaración sobre la muerte de Sócrates. ¿Yo sería Platón, no? Cualquiera pudo o no haber estado, no se puede estar seguro ni siquiera de su existencia.

Herman me invitó a esa “tertulia” En un principio hablaron de... secuestrar a un antipoeta, luego el asesinato de Isabelita, que según tengo entendido leía a Shakespeare y de ahí lo único productivo son sus horribles copias de Gabriel García y eso no la salvaba si no aún más se hundía en novelas barrosas y fomes, me propusieron participar en el crimen como si se tratase de jugar ajedrez o bailar.

No acepté. Quedaron todos en silencio y se les salieron los mocos de tanto reírse, obviamente estaba presente el maestro alcohol y la maestra alpiste, al pasar el tiempo fui formándome una imagen de todos: Cundela era ninfómano, el Marqués era ninfómano, Cabellos rizados era psicópata- suicida como la sombra malvada de Sade, Paulina una alterada, Herman un cigarro quebrado, A veces una verdad de sofista y yo, yo era el peor de todos. Digo que Cundela y el Marqués eran ninfómanos porque se contaban como masturban con experticia a una jovencita con su vaginita virgen, Cabellos rizados un suicida ya que a medianoche empezó a recitar a Yesénin, a Celan, a Pablo Neruda. (en ese momento no conocía a esos poetas, después los leí incluyendo a Neruda) al terminar el célebre “puedo penetrar tantas jovencitas en el coche” entró en un estado de hilaridad que el cabello poundiano se erectó como Einstein y entornó los ojos hasta dejarlos en blanco; con una mano en una mesilla que había a su lado parecía un amante de Lou Salomé, solitario, en un castillo, se acercó a la ventana rodeando la mesilla ubicada bajo el marco, mientras tanto Cundela contaba que esa mesilla la encontró botada fuera de un Prostíbulo en que murieron dos travestis con los labios cosidos. Miró hacia fuera. Estábamos en un segundo piso, un departamento que Cundela arrendaba y donde las nubes se cargaban de lluvia.

Thomas pescó el florero que engalanaba de verde (la única cosa) el departamento, esperó que algún paseante nocturno pasara y lo arrojó sobre su cabeza, todos los Grises salieron a la calle apresurados y yo desde la ventana los vi acercarse al cuerpo caído, un hilo delgado y carmesí intentaba correr calle abajo pero Clarise lo cubrió con tierra, hablaron y se movieron, Herman si es que estuvo ahí lo pateó en los testículos, lo levantaron para entrar en el edificio, ninguno de ellos desde mi altura parecía ser más alto, al llegar a la cueva de Cundela vi que el herido era nada más y nada menos que Don Nica. Alguien propuso llevárselo al poeta dorado Divina para que lo violara. A ver, a ver, dijo alguien, lo trasladamos para matarlo, ¿no? entonces hay que elegir al más idóneo para matarlo ¿no? Creo ser yo. No, no vengas con estupideces el más sanguinario es Cundela, él debe decidir, interpuso su voz Cundela ¿Y por qué hablas en tercera persona? preguntó Clarise, porque necesitamos un voto más neutral. ¡Eso es neutralidad! No lo sé –pensó uno– deberíamos dejarlo en algún parque desnudo y amarrado con un cartelito que diga: “Se venden viejos canosos y crísticos” o bien “¿quién dijo que no hay Parras o vinos de buen cuerpo?” o “AntiPoesía” o “por rompe himen” o “te buscaremos Zurrita” o “próxima vaca sagrada” o “el exilio de Chile” o “perro” o “gato” o “conchetumare” o “a cuero pelao’” o “váyanse a la cresta” o “chuchetumare” o “un viejo por dos” o “¿qué es esto?” o “el pene de Cristo” o “por la pichula o pene lacio” “encadenado” o “la cadena de Milton” o “uñas de gato + cebolla” o “1+1= Parra” o “Camelidus Parreano” o “pero el perro Parra para parto” o “lameculo” o “mátenme” o “soy striper o la puta de Chile” o “Maquieira mírame” o ¡ajá! O hace frío o ¿qué miraí’?” Total si Don Nica ama su Poesía entregaría su cuerpo a ella y a ridiculizarse por ella. (Todo lo que un Gris haría) Este Don Nica tan respetable en los albores de la República, tan corta, era uno de los poetas más vanguardistas de su época por eso merecía todo el respeto, por eso su Obra fue bautizada como punta picana de primera, por eso como en Mainländer este nuevo dios debía, obligado, donar su carne a la antropofagía poética, tan trillada en las escaramuzas literarias.

Empezó a despertarse, lo forzaron entre todos a sentarse en una silla de madera en la cual fue amarrado, se enfilaron como indios, colocaron una canción de The doors en un viejo tocadiscos de Cundela, esa: Love her madly y leyeron la Pág. 222 del libro “Jeta de santo” uno a uno fueron pasando.

“Cundela le sacó un mechón de pelo del orificio nasal, Harry Gonzalo le abrió la boca y arrancó un diente con un alicate, apretó un pezón y con un cuchillo, que no sé de donde salió, quizás de su abrigo negro o de su pelo enmarañado, cortó la otra tetilla negra. Paulina apretó la nariz arrugada y tiró con todas sus fuerzas, unas lágrimas y un aullido expelió el antitonteras, también dio unas patadas en el estómago con el correspondiente escupo en el ojo izquierdo; Thomas se arrodilló y mordió un muslo, me ofreció un poco de carne cruda pero no acepté, con mucha delicadeza Herman comió un trozo pero al parecer no le gustó y la escupió dentro de la boca de Don Nica” por el marco de la ventana un letrero del diario “The Clinic” brillaba con insistencia llamando a algún psicomago por ahí a meditar viendo, percibiendo, oliendo, degustando, masturbando su luz.

“¡A otro perro con ese Nica!” gritó Herman por la ventana y me pidió expresamente que nunca escribiera lo sucedido esa noche, algo que cumplí por mi devoción a su Poesía y su persona. (...)





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