EL NACIMIENTO Y EL INCESTO -LOS POETAS GRISES- fragmento

 Rose balanceaba sus pies en el columpio mirando el suelo con un gesto en la cara desvanecido, había fuego en ella, pero un fuego Gris. Había muerto, sí, nunca logró averiguar su verdadero nombre, siempre lo llamó “la barrera de ser algo” no podía entender que era aquello. Podía sentir que estiraba sus brazos y la abrazaba, rodeándola, atravesando su endeble cuerpo, tímida. En la cara las cejas caídas contrastaban con las bolsas lacrimales hinchadas, apenas contenía el llanto. En ella el color de la luna teñía sus pómulos pequeños, no podía entender “eso” tan preocupante. Y él, decía a su oído, estar con ella mientras ríe, los dos, corriendo por las calles infecciosas de Llhasa, del río hacia los árboles en lo alto, al ver esa cáscara fundirse en la plenitud del mar y los ojos encendidos en ese columpio cuyos velos de colores distintos temblaba en la córnea de su fantasía. Seremos nosotros dos. ¿Podría perpetuar esto por siempre? Enrojeció, juntó sus manos frente a sus piernas y cantó una melodía dulce en francés, una balada de Arnaut sobre dos hermanos que terminan en una tragedia, típico. Aún sabiendo que ella no era más que un juego burlón y macabro (una voluta de ADN) en su pecho se quemaba lentamente el deseo de abrazarla y cubrir sus manitas con lágrimas, dispuesto al sacrificio, dispuesto a preguntarse ¿y si es de él y no mía? Su pelo se anudaba en una cinta blanca que relucía bajo la luz con su pureza antiséptica, alrededor el abundante pelo, lianas agitadas sin firme carrera se adelantaban por los hombros hasta ese pecho pueril. El vestido levemente escotado dejaba al descubierto un blanco más blanco que el mismo blanco de un albino, blanca la orla, blanco el corazón; era una niña agradable, sus ojos atentos a cualquier interrupción que se ocasionara reflejaba la luz a un lado y al otro, era en ese espejear de fractales, una y una y otra vez en el fondo de esas cóncavas que provocaba el aparecer de LA CÓRNEA.” “Naces, te espero, vida, como siempre en el frío de los fuegos de lo que llamábamos “AMOR”” “Oh, dios, ¿Dónde te has metido? volveremos a tu irrealidad…”




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