Clavo hundido en la madera (del libro: Lengua de fuego)

                                   A Mayer Salas

Ya no hay venas en la ciudad, se ve claro,
un recorrido de sombras, de huellas de hormigas,
de césped violeta y estatuas vestidas de blanco,
se que quizás por ejemplo no he caído y Miller tenía Razón:
Soy exitoso al
caminar y olvidar,
de una vez y para siempre.
Se que quizás por ejemplo, se escurre mucha Poesía
en los dedos como incienso en el aire.
Oscurece la rueda vertiginosa de los pies en la calle
Como trompetas solares o molinos
en el flujo de rostros agrios.
 
Todos tienen un poema para la muerte, Pavese,
Para sus ojos
Para sus manos
Para sus pies
¿Quién tiene uno para sus raíces?
Para ver pasar el tiempo marcado en la frente
Como una lágrima caída de la madre a medianoche.
 
Se que quizás por ejemplo: soy la joven bestia
sin escapulario
a la sombra de una iglesia en sus huesos quemados.
 
Es pequeño y corto el tiempo, como yo,
se desliza en las semillas, como un hombre.
Paso a paso...
Y a momentos el espejo de una raíz
baja en los relojes de fuego,
Las puertas de fuego y ¡El dolor! Desesperados corazones
¡Hasta florece la niebla!
Se que quizás por ejemplo:
 Muero alzando un dedo hacia las nubes.
 
Un jardín reúne estas jorobas:
“La rosa tiembla con el viento
y las hormigas son la sombra,
su joroba temblorosa”
 
Y de pronto surge una oscura llama en el pecho,
cierran las puertas para no ver
al estilo de palomas al cerrar sus alas,
tan suave movimiento para sofocar el fuego,
Río entonces como un loco, río
Colgando de un farol, el pie.
Pensando en el frágil beso de dios a un niño,
de araña a mariposa,
volando a medianoche por la brisa.
Al menos creeré que duermo contigo Anabell Lee, Pavese.
Con los soles apagados
anclados por pestañas y lágrimas
por toda la raza que se extingue en las mañanas.
 
Este cuerpo de rata crece bajo los árboles,
es la raíz que nunca estuvo palpitando,
¡Dormiré contigo Anabell Lee!
Cuando despiertes del letargo que ofrecen las palomas desérticas,
palomas como insectos explorando el pantalón nebuloso de la vida
para encontrar la muerte en la piel carcomida de las ruedas.
Leo, cada nombre es otro...escribo, cada nombre es otro...
No hay venas en la ciudad
y en las calles el diluvio.
Los amigos espeluznantes” de Lowell
y Anabell Lee sonríe desde el balcón
juntando sus manos con Pavese.




(del libro: Lengua de fuego)

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