EL ECO (Del libro: Lengua de fuego)

Mordida otra vez con esta inocencia decadente del ascenso horizontal
y montaña, y pestaña sol abierto a ti, fuego, humo, rastro desollado
por señalar su victoria sobre otras colgantes en péndulos allá en el brillo 
que sus alas tenía uno a uno los lados en lo que fue y no es más que las cenizas
esparcida aquí y allá por las orillas de tus propias palabras dichas al valle
de tus propios sentidos organizados otra vez en las costillas del árbol
depositado allí en la tierra de los pobres, en el aire frío del desnudo,
era en ese momento que decías arrojar a la puta madre el estado,
todos los dichos de la desobediencia, quería ir más que lejos de estudiante,
conocer otra forma aérea en la garganta y así en otras partes del gran mapa
para darse cuenta de las hadas efímeras que besan los signos escritos
en tu cabeza y pecho y pierna y mano caliente y enferma y más que palpitante 
al sonido y las goteras de las llamadas que no existen más que en ese eco
ondulante de las cruces colgadas en la sombra de brazos de ese horizonte
tan conocido como esa pared oculta al fondo de las esteras que brillan
para ti, para mi, para el valle que sonríe tocando tu hombro desde lejos.



(Del libro: Lengua de fuego)

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