LOS POETAS GRISES
LOS POETAS GRISES
253 pág.
Precio:$7.000
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Encuadernado por Talleres me pego un tiro
Hacer germinar la novela
Hacer germinar la novela, hacer germinar
al poema dentro de la novela, hacer germinar al poeta dentro del poema dentro
de la novela. Fernando Vargas, amante de la poesía hace germinar su novela
vernácula dentro de lo que hoy se llamaría la tradición maldita pero sumamente
cercana. Lo testimonial y sus libros de cabecera se mixturan para crear una
amalgama impenitente de sobrada vocación díscola. De partida el título nos
conmueve Los poetas grises. Por qué grises, aluden a la polución, a los
extraterrestres, al cemento, al coito gris. Pues, podemos concluir alude a todo
y más. Reconocemos una influencia de
Roberto Bolaño, pero eso es decir poco, porque también reconocemos al
Marqués Sade, a Charles Baudelaire, Jean Arthur Rimbaud, Virgilio, Catulo, Dylan
Thomas, Antonin Artaud y un permanente
diálogo con los grandes monumentos de la tradición literaria occidental,
llegando a Henry Miller y al mismísimo
Charles Bukowski.
La novela puede leer desde cada una de sus partes, como
un verdadero mosaico de voces y temas. Un lector diligente y contemporáneo no
tendría prejuicios al leerla o releerla desde cada una de sus partes. Una de
ellas reproduce el todo. Pero el todo se legitima asumiendo su atomización de
manera azarosa.
La historia sigue a un grupo de amigos,
de ellos mismos, en sus vehementes y bizarras hazañas en torno a la poesía, el
vino, el sexo y otras circunstancias completando el imaginario, completando el
psiquismo del mundillo literario de la ciudad de Los Arenales.
Muchos capítulos nacen desde la más
descarnada cotidianidad, hasta la más enrevesada y compleja ficción. Por lo que
bien podemos argumentar no plenamente ficción, no es plenamente realidad. Por
aquí por allá se alcanzan a dibujar algunos conocidos personajes, que no
siempre son los mismos de la realidad sino su reflejo idealizado o deformado
según le plazca a la voluntad de esta multitud de narradores.
Podríamos hablar de sus narradores, o
mejor llamarles hablantes, vociferantes, que disparan desde sus cráneos grises
sus imprecaciones y desafíos a los conformes. Porque sí hay que decirlo, los
poetas grises, a pesar de sus placeres, no están conformes, quieren más, lo
quieren todo, la poesía, las mujeres, el vino, la fama, el vicio….
Curioso destino el de poetas y
narradores, recordemos que los primeros se transforman súbitamente en los
segundos y viceversa. La mejor novela, debe estar cercana a la poesía. El
narrador puede transformarse en hablante lírico, de hecho lo hace. Recordemos
en Fanfarlo de Baudelaire. Pero
también el poeta muchas veces debe renunciar a la poesía, como lo hizo Bolaño,
para concentrarse en la narrativa con diversos resultados. Fernando Vargas
parece transitar la ruta opuesta, un narrador que escribe como poeta, es
notorio el incisivo retorno del verso y el poema a lo largo de la novela.
Las disquisiciones, las transformaciones
dobles, triples identidades, disfraces, paráfrasis, intertextos, sátiras,
caricaturas abundan apoyados en un florido lenguaje coloquial y coprolálico,
que gozan de estupenda salud y vértigo que los hace creíbles. Habrá que ver si
el canon permite que este hijo de provincia pueda otorgársele el bizarro
epíteto de vanguardista o neovanguardista guardado solamente a ciertas élites
de las megacapitales y regularmente escamoteado a los habitantes de la
periferia.
De cualquier modo esta novela parece
destinada a convertirse en uno de los hitos narrativos no solo de la narrativa
del norte chileno sino que enriquecer el panorama de la narrativa nacional e hispanoamericana.
Por Shakti Kundalini
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