Muerte Callejera (del libro: Lengua de fuego)


No todo se agita.

También las esferas se detienen
A veces envueltas en la seda de engranajes
queda la marca en la piel y los dedos.

No todo se agita.

El viento paraliza los instantes,
creemos ver y no es así:
Se teme ver algo bello,
Se teme pronunciarlo bajo el sol,
así nos abraza quien se fue por la mañana
y todo cumple su orden
en la perfecta sincronía del gatillo
como si fuera el último latido
el beso de sangre que nos lleva,
y no todo se agita en el.

Las orugas trazan caminos en las hojas,
las moscas se detienen,
el tic-tac reposa más allá de los oídos
y sólo escuchas que te dice:
“No estamos solos, estás conmigo”
Pero sabes que así brillan las magnolias en el pecho
así cumples con estar,
cumplir con lo prometido:
“¿Detrás del río veré tu sombra?”
“¿Y qué importa eso? Estás conmigo”

Abrázala idiota, abrázala
y corre lento por el valle, ebrio,
junto al río del cansancio,
Como nube huérfana,
que deja sus harapos en las hojas.

Abrázala, no todo se agita,
no estás solo puedes ver,
El viento te saluda,
húndete en el pelo que se agita
entre los pies frenéticos,
“¿Quieres volver? se dice: ¿volver?”
hundido en el movimiento del tallo,
llorando por no llorar.

No todo se agita.

Agradece lo que no tienes
Agradece lo que no vuelves a ver,
Total,
En algún momento,
Como sea,
Dos se abrazarán
Y tu rostro será distinto a las magnolias
Y su voz querrá volver
Y agitados dirán:
                        “Te reconozco, la lluvia nos alejó”

Las rosas seguirán su camino por la calle
Sangrando
Menstruando el misterio de la Belleza.
Estarás borracho entre botellas,
Te ayudará, podrás volver,
Y no sabrás, y no entenderás
porqué los pétalos descansan
bajo el cerrojo del invierno,
como ellos dos.

Como tú y él.



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